miércoles, 27 de abril de 2011

Un día como cualquiera.

Por Kevin Saslavchik. Publicidad. Turno Tarde.

Un día como cualquiera. La calma, la paz. El dulce sonido de los pájaros. El sol que lograba filtrarse por entre los árboles permitía observar los animales que rondaban el territorio y su rica vegetación. El agua fluía lentamente por el arroyo, suscitando esa calma inexplicable que uno siente al oír el líquido zigzagueando los rincones del canal, como si una melodía sin música se apoderase de la muda escena. Caminaba sin destino. Su vida, tan perfecta como un globo, se había ido desinflando hasta quedar en una triste y amorfa pelota de rugby. Se la habían arrebatado fuertemente, como la clorofila que se pierde en ese proceso que Dios, con su creatividad, había diseñado meticulosamente. De pronto, se le reveló.
- Pionono – dijo de forma de inconsciente, como si alguien le hubiese provisto el andamiaje para su salvación. Era eso lo que buscaba.

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